lunes, 25 de marzo de 2019

LECTURAS CON CIENCIA: FRANKENSTEIN O EL MODERNO PROMETEO




A primera vista la relación entre literatura y ciencia puede parecer difícil.  Podría incluso decirse que la ciencia y la literatura sirven a dos divinidades contrarias: la inteligencia y las emociones. Esta visión, bastante simplista sin duda, tiene cierto fundamento: el escritor se ocupa de conmovernos con mundos imaginados; el científico, de descifrar el mundo real. Sin embargo, las grandes obras literarias dirigen miradas profundas a la realidad y los grandes avances científicos redefinen los límites de la imaginación, de manera que es concebible que las dos disciplinas tengan muchos puntos de unión.

Así, aunque pocas cosas pueden resultar en principio tan opuestas como la ciencia y la poesía, podemos afirmar que no son pocos los poemas en los que aparecen conceptos científicos o, al menos, en los que se hace referencia, aunque sea tangencialmente o metafóricamente, a términos científicos.

Más abundantes son las referencias científicas en la prosa literaria. De hecho, hay un género, la ciencia ficción estrechamente relacionado con la ciencia.

De mostrarnos que esa relación entre literatura y ciencia existe, de poner ante nosotros esas obras en las que ambos mundos confluyen se ocupa el Centro de Ciencia Principia de Málaga a través de lo que han denominado “Lecturas con Ciencia”, lecturas acompañadas de experimentos en las que los alumnos leen, experimentan y hacen preguntas a la vez que se divierten.

Hace un tiempo descubrimos que en los libros de Harry Potter no todo es magia, o más bien, que detrás de la magia la mayoría de las veces no hay otra cosa que ciencia.

El pasado viernes 22 de marzo Carlos Durán, profesor del Centro de Ciencia Principia nos descubrió la ciencia que podemos encontrar en “Frankenstein o el moderno Prometeo” de Mary Godwin Shelley (1797-1851), escrito cuando la autora tan sólo contaba con diecinueve años. Una novela mucho más sustanciosa de lo que pueda pensarse en principio, como nos demostró Carlos Durán, pero bastante deformada debido fundamentalmente al cine que la convirtió muchas veces en un relato de terror del que parece extraerse la moraleja de que debemos desconfiar de los científicos y de sus extraños descubrimientos e inventos de imprevisibles consecuencias. De una forma muy amena y práctica a lo largo de una fascinante velada se fueron desvelando algunos de los secretos de esta obra que, una vez más, no son magia, aunque a veces la ciencia parezca magia.



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