miércoles, 21 de junio de 2017

EL DECLIVE DE LAS PALABRAS CERTIFICADO EN INSTAGRAM


Sobran las palabras. Los emoticonos nos dejan sin ellas. Poco a poco, las caritas, aplausos o rostros llorando de risa han ido arrinconando a la expresión escrita hasta convertirse en un elemento casi imprescindible en la mensajería online. Son el alfabeto de la década, o quizá del siglo.

La mitad de los comentarios de Instagram tiene un emoji y no hay conversación en WhatsApp que no esté salpicada de estos intrusos de la ortodoxia lingüística. Basta uno de estos pictogramas para ahorrarse una frase. En menos de un segundo se ha dicho todo. Parecen inocentes, pero esconden una amenaza -o una oportunidad- para el idioma tal. En muy poco tiempo se ha convertido en un fenómeno de masas, capaz de poner de acuerdo a toda la humanidad, sin distinciones sociales, demográficas, políticas o económicas.

"Ante la pobreza léxica, bienvenida sea la riqueza gráfica", dicen algunos de los filólogos consultados, conscientes de que "una cosa y otra avanzan de la mano, apremiados por maneras de comunicar cada vez más inmediatas, estandarizadas y superficiales". Basta un vistazo a cualquier timeline de algún joven usuario de Instagram para certificar el declive las palabras frente a los emoticonos.

Mientras debaten los partidarios y detractores, los lexicógrafos y etimólogos encuentran nuevos ámbitos para su actuación y análisis. Lo que inicialmente eran cuatro signos ahora supera el millar. Unos piensan que es el lenguaje de los nuevos tiempos y otros argumentan que es tan viejo como la comunicación, al tratarse de una versión moderna de la más antigua alfabetización. Los jeroglíficos egipcios no eran más que ideogramas, igual que los que circulan cada segundo en las redes sociales.

Frente a los que piensan que una imagen vale más que mil palabras, se encuentran unos pocos defensores de la pureza y la corrección del idioma. Entre unos y otros se sitúa una inmensa mayoría de la humanidad conectada que utiliza los emoticonos como un recurso más para matizar sus comentarios en entornos en los que ni hay tiempo ni espacio para extenderse en adjetivos. 

FUENTE: ELECONOMISTA.ES

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