lunes, 24 de octubre de 2011

TEXTO DEL ESCRITOR PATXI ZUBIZARRETA



DÍA DE LA BIBLIOTECA


La Sirenita y la Pequeña Cerillera son personajes que a la mayoría de nosotros nos resultan familiares, pero quizá muchos desconozcan que el padre de Hans Christian Andersen fue un artesano pobre que sólo se sentía feliz los domingos: ése era el único día en el que sacaba tiempo para leerle cuentos y hacerle teatros a su hijo. Y, seguramente, pocos sepan que el escritor fue enterrado con una carta misteriosa escondida en el pecho...


La Pequeña Cerillera nos invita a mirar hacia fuera, sobre todo a la gente desamparada; Laura Esquivel, sin embargo, en su novela Como agua para chocolate nos aconseja mirar dentro. Afirma que cada persona tiene en su interior una caja de cerillas y que cada uno tiene su propia manera de encenderlas: una compañía agradable, una buena cena, una caricia, una fantasía, un poema... Pero advierte que, si las cerillas no se encienden con frecuencia, la caja se humedece, es imposible volver a prenderlas y nutrir de energía el alma.

Juan Villar eligió precisamente una caja de cerillas para despedir a su diminuto amigo. En ¡Eh,Petrel! (relato de su vuelta al mundo en solitario) el marino cuenta que encontró al grillo una noche de tormenta, y que éste le hacía mucha compañía; pero, finalmente, otro temporal se lo llevó: el pobrecillo murió ahogado y el viajero lo introdujo en una cajita, la envolvió en papel de plata y la posó en la estela de su velero.

Historias como éstas nos esperan en los libros de nuestras bibliotecas. Y, por alguna razón, los bibliotecarios nos recuerdan a los beduinos: éstos, cuando se retiran a dormir, dejan encendido un pequeño fuego en una duna a modo de faro en el mar de arena. Cuando algún peregrino o alguna persona se acerca, lo reciben como si fuera un príncipe, preso y poeta: lo acogen con todos los honores, lo hacen preso de sus agasajos y, al final, se ve obligado a elegir las palabras precisas para expresar su agradecimiento. Es así, precisamente, como recuerdo a tantas bibliotecarias.


De forma que en la biblioteca también nos sentimos príncipe, preso y poeta entre libros, revistas, periódicos, películas, canciones o propuestas digitales, entre ficciones y realidades que nos alertan y ayudan a mantener encendido nuestro espíritu crítico. Allí podemos elegir la forma de prender nuestras cerillas, si mirar hacia dentro o hacia fuer, y quién sabe, puede que al final hasta nos aventuremos a investigar o a imaginas el contenido de la carta del escritor danés...


24 de octubre 2011

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