Una vegetación frondosa, húmeda, que encierra animales extraños, a veces peligrosos.
Árboles de troncos altos, delgados y flexibles o anchos, con grandes hojas: la
selva virgen en todo su esplendor. Hay
lianas, y un hombre que salta de una a otra. Procede de una casta de nobles
ingleses, pero no lo sabe. John Clayton vive ajeno a esa civilización de la que
procede, tiene el pelo largo y unos pulmones que cualquiera envidiaría. Vive
rodeado de monos, la única familia que conoce, se llama Tarzán y cumple cien años.
El universal mito
del Rey de la Selva, un arquetipo literario imaginado por el
escritor estadounidense Edgar Rice
Burroughs,
surgió hace ya
más de cien años. Exactamente se empezó a
publicar en el mes de octubre de
1912, en una revista popular de
relatos fantásticos titulada All-Story
Magazine. El
relato despertó el interés de los
lectores, que empezaron a enviar cartas
a la redacción pidiendo más entregas.
¡Había nacido un autor de best-sellers!...Ya no pudo dejarlo.
En 1914
un grupo editor de Chicago lo publicó
en formato de novela y se vendieron
más de un millón de ejemplares. Rice
Burroughs
se hizo famoso y millonario. Llegó a publicar hasta 24 novelas
sobre el fascinante personaje del niño
huérfano criado por una gorila y
además se diversificó
en otras series con héroes en
Marte, Venus, el centro de la Tierra,
el Lejano Oeste y hasta novelas
históricas al estilo de Walter Scott.
Para Rice Burroughs, que nunca
viajó al continente negro, África era un lugar exótico,
donde imaginar aventuras fantásticas sin
mucho rigor geográfico o histórico. Los
nativos negros, en las novelas, son
poco más que comparsas. Tienen más
relevancia los animales salvajes y sobre
todo los restos de antiguas civilizaciones,
casi siempre de origen blanco.
Este hombre-mono rompió los esquemas de
una sociedad que buscaba nuevos héroes, capaces de apartar sus mentes de la
gran guerra que asolaba el mundo y la inestabilidad de los años posteriores.
En la gran pantalla apareció por primera vez en 1918 en blanco
y negro y sin sonido. Tuvimos que esperar hasta 1932 para escuchar el emblemático grito de Johnny Weissmüller,
ver a Maureen O’Sullivan encarnar
a Jane y disfrutar de la primera aparición de Chita, un
personaje que no
aparece en el libro de Burroughs. Pero fue en
1999 cuando llegó una de las adaptaciones más conocidas de la novela, la versión animada de Walt
Disney, en la que Tony Goldwyn presta
su voz al protagonista y que recibió un premio Oscar por la mejor canción original, compuesta por Phil Collins.
FUENTE: NUEVATRIBUNA.ES , CULTURAJOVEN.ES