En unas fechas en las que el Teatro vive su gran día, nosotros, para celebrarlo, nos hemos ido al teatro.
Gracias a Historia de una escalera de Antonio Buero Vallejo hemos retrocedido en el tiempo a una época muy reciente de nuestro país que, paradójicamente, es completamente desconocida para la mayoría de nosotros.
La frustración, el desasosiego, la impotencia de una clase trabajadora que no logra salir adelante aunque haga todos los esfuerzos para ello han hecho su aparición delante de nosotros. Pero también encontramos personajes y, sobre todo, la escalera que encarnan la demagogia y la inmovilidad del sistema, el decir que se va a hacer todo por avanzar para quedarse en el mismo punto de partida, sin dar ninguna salida a la gran mayoría de la población. En la escalera del edificio encontramos, como en la sociedad de posguerra, una mayoría de personas que viven sin ninguna proyección hacia el futuro debido a la imposibilidad económica, y una familia que encarna esa mínima parte de la sociedad que tiene los medios para progresar.
El teatro tiene la virtud de presentarnos otras realidades que el espectador, cada uno de nosotros, puede llegar a vivir en primera persona. No se trata en esta obra de una tragedia griega ni hemos alcanzado la catarsis que parecía experimentar el público ante ella, pero ,si nos paramos a pensar un poco, tal vez no estemos tan lejos de la época que recrea la obra de Buero Vallejo e incluso puede ser que muchos de nosotros conozcamos alguna Historia de una escalera.