La Consejería de Educación, Cultura y
Deporte, a través del Centro Andaluz de las Letras, celebra hoy el Día
Internacional del Libro con un amplio programa de actividades que se centra en
la poeta malagueña, María Victoria
Atencia, designada como Autora del Año 2014.
Durante un acto celebrado en Málaga y
en el que se ha rendido homenaje a María Victoria Atencia se ha inaugurado la
exposición pedagógica ‘María Victoria Atencia: Reina blanca de nuestra
poesía’, comisariada por el escritor Antonio
Gómez Yebra. La muestra, que podrá verse hasta el 21 de mayo en
la sede del Centro Andaluz de las Letras, recorre la vida y obra de una de las
grandes poetas españolas de la generación del 50. Posteriormente, viajará
al resto de provincias andaluzas.
En el transcurso de dicha sesión,
también se ha difundido el Manifiesto
a favor de la Lectura titulado ‘Todos
somos Robinsón’, que ha sido elaborado por la escritora Almudena
Grandes.
Todos somos
Robinsón
Escribir un
libro es inventar una isla desierta, modificar con un punto apenas perceptible
el mapa de los sentimientos, de las emociones humanas, para desear
fervientemente un naufragio, la llegada de ese Robinsón desnudo y desarmado que
somos todos los lectores cuando abrimos por primera vez un libro.
Yo he creado
algunas de esas islas, pero he colonizado muchísimas más. He nadado centenares,
quizás miles de veces, hasta el barco, y he vuelto remando, con madera, con
lienzos, con comida, con armas y municiones para defender mi casa. Y en muchos
de esos viajes, un grano de trigo ha caído en la tierra sin que yo me diera
cuenta, y el sol y la lluvia lo han hecho germinar, y ha crecido una espiga
para que yo pudiera cosecharla, y molerla, y fabricar por fin mi propio pan, un
pan que me ha alimentado mucho más que las tostadas que desayuno todos los
días. Yo he aprendido muchas más cosas en los libros que en la vida, y he sido
feliz, y desgraciada, y me he reído, y he llorado, y me he asustado, y me he
emocionado, y me he enamorado, y me he desenamorado muchas más veces, porque
los libros viven, laten, palpitan con su propio corazón. La literatura es el
telar donde Penélope teje cada día con los hilos de la vida humana el sudario
que desteje cada noche para empezar otra vez, apenas sale el sol, desde hace
miles de años.
La lectura y
la escritura son dos caras de la misma moneda, una isla desierta y su náufrago.
Yo lo sé bien, porque fueron los propios libros quienes me abocaron a escribir
libros, y si antes no hubiera vivido leyendo, nunca habría podido empezar a
escribir. Cuando descubrí la extraordinaria capacidad de la literatura para
multiplicar y enriquecer mi vida, la prodigiosa generosidad con la que
desplegaba ante mis ojos una infinidad de aventuras, de lugares, de identidades
múltiples que sin embargo eran capaces de superponerse sin conflicto alguno a
mi propia identidad, para coexistir con el tiempo y el espacio de mi vida verdadera,
me enganché a los libros como otros se enganchan al ejercicio físico, al
alcohol, a la velocidad o a la música. Y si alguna vez, aquel fervor se
identificó con la necesidad de autoafirmación de todos los adolescentes, pronto
empezó a confundirse con el puro instinto de supervivencia de los adultos.
Eso sigue
siendo tan cierto que, si en este momento, alguien me obligara a elegir entre
vivir sin leer y vivir sin escribir, estoy segura de que acabaría renunciando
al oficio que he perseguido desde que era una niña que decía que iba a ser
escritora. Porque tal vez sería capaz de llegar a ser feliz trabajando en otra
cosa –una librería literaria, una papelería bien surtida de rotuladores y
lápices de todos los colores, una ferretería empapelada de cajoncitos con
tuercas y tornillos, o una huerta- pero, para mí, vivir sin leer ya no sería
vivir, sino un sucedáneo insoportable de la vida.
¿Quieren
ustedes vivir? Lean.
¿Quieren vivir
más años, con más intensidad, más variedad, más alegría? Lean más.
Déjense llevar
por las eternas mareas de una pasión inmortal y no teman a las olas. Al otro
lado de cualquier océano siempre hay una playa, una isla, un mundo completo que
sabrá llamarles por su nombre y un grano
de trigo que les está esperando.