Desde de 1997, cada 24 de octubre se
conmemora el Día de la Biblioteca, una iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil,
con el apoyo del Ministerio de Cultura, en recuerdo de la destrucción de la
Biblioteca de Sarajevo incendiada el 1992 durante la Guerra de los Balcanes.
Esta conmemoración nació para trasladar a la opinión pública la importancia de
la biblioteca como lugar de encuentro de los lectores de todas las edades con
la cultura, y como un instrumento de mejora de la formación y la convivencia
humana.
Cada año se encarga a un
escritor y a un ilustrador la redacción del
pregón y el diseño del cartel que se difunde entre todas las bibliotecas de
España, asociados e interesados. Este año los elegidos han sido el Premio Nacional de Literatura
Infantil 2016, Alejandro Palomas, y el ilustrador Manuel Marsol,
último ganador del Premio Internacional de Ilustración Feria de
Bolonia-Fundación SM.
El acto conmemorativo
tendrá lugar el día 24 de octubre en Talavera de la Reina (Toledo).
Texto
del pregón:
“Como Mary Poppins, pero sin volar”
Soy sobrino de bibliotecaria. Desde
que tengo memoria, mi tía, que acaba de cumplir ochenta años, me ha regalado un
libro el día de mi cumpleaños. Primero fue la serie de Osear, con
su Kina y su láser, de la gran Carmen Kurtz; llegaron después las aventuras de Los Cinco, algunos
clásicos ilustrados, la gran Nada de
Carmen Laforet… La lista es larga y el disfrute ha sido mágico, porque mi tía
entiende la lectura como algo que cura, que aleja al inocente de lo que agrede,
y yo -y ella lo sabe- siempre he sido demasiado vulnerable a lo que daña, sea o
no imaginado, sea o no real.
Mi tía se llama Nuria y desde niña
sufre mucho de la vista. Aun así, trabajó durante décadas fomentando el amor
por la lectura en hombres y mujeres, chicos y chicas a los que no conocía, pero
cuya mirada no tardó en aprender a leer, a identificar y a descifrar. Ella
decía -y a veces dice todavía- que “repartía refugio”, y se emociona al
recordarlo. La he oído también confesar en algunos momentos de nuestra historia
común, que no fueron fáciles y que vivimos juntos: “Decidí ser bibliotecaria
porque así me aseguraba de que, por muy mal que nos fueran las cosas, aunque
faltara el agua caliente o la calefacción, siempre tendríamos un libro en
casa”. Ahora, quince años después de su jubilación, soy yo quien le recomienda
lecturas. Leemos un libro a la vez y nos juntamos cada quince días a comer y a
comentar lo leído, en lo que hemos bautizado como “El club de las 2”, porque
intentamos en lo posible que coincida con el día 2 de cada mes, a las 2, y
porque somos dos almas lectoras que no tienen freno. Durante estos años de
club, ella me ha contado cosas, muchas cosas de su vida en la biblioteca, y
desde que la oigo hablar como lo hace sobre su amor por esa vocación, que no
decrece a pesar del tiempo, no puedo dejar de maravillarme y de preguntarme
cómo definiría yo a una bibliotecaria -o a un bibliotecario- llegado el caso.
Hasta hace unos meses no di con la
respuesta.
Fue a raíz de la publicación de Un hijo,
durante una charla en un centro de enseñanza de una capital andaluza. Y fue
precisamente gracias a un niño de diez años que, junto con otros 1OO, había
leído la novela y quería conocer a su autor. Por motivos de espacio, el acto
tuvo lugar en la biblioteca del centro, con un par de profesoras y la encargada
de la biblioteca. La charla fue muy intensa, mucho más de lo que yo esperaba, y
se alargó. Cuando por fin llegamos al final del turno de preguntas, un niño que
estaba sentado en la primera fila levantó la mano.
-A mí lo que más me ha gustado del
libro es María -dijo refiriéndose a la orientadora del centro, que es, junto
con el pequeño Guille, la protagonista del libro.
Quise saber por qué. El niño, llamado
Ismael, se rio un poco y luego, mirando a una de las tres mujeres que estaban
junto a la puerta. dijo:
-Porque es igual que la seño Lourdes.
-Una de las tres mujeres que estaban junto a la puerta se encogió un poco y
negó con la cabeza, incapaz de reprimir una sonrisa. Ismael no había
terminado-. Vive en la biblioteca porque si no los libros a lo mejor se van. O
se mueren.
Se hizo el silencio en la biblioteca.
Nadie se rio. Nadie dijo nada. Fueron segundos llenos de respiraciones
contenidas, de tensión y de infancia.
-Es que es bibliotecaria -volvió a
hablar Ismael. Y al ver que yo lo miraba sin saber qué decir, debió de entender
que necesitaba explicarse mejor, y añadió-: O sea, como Mary Poppins, pero sin
alas.
Hoy
es un día especial. Celebramos el Día de las Bibliotecas y celebramos también
que cientos, miles de Mary Poppins sin alas velan por los libros que las
habitan para que no se mueran ni se vayan, e Ismael siga creyendo que la vida
está en los libros y su reflejo fuera. Hoy es el día en que, un año más, la
magia se renueva y todas las bibliotecarias y bibliotecarios del mundo se
saludan con una mirada cómplice y un largo, hermoso y tierno:
“Supercalifragilísticoespialidoso”.
Texto: Alejandro Palomas /
Ilustración: Manuel Marsol
FUENTE: revistababar.com
0 comentarios:
Publicar un comentario