sábado, 24 de octubre de 2009

ISMAÍL KADARÉ RECIBE EL PRÍNCIPE DE ASTURIAS DE LAS LETRAS 2009


El narrador, ensayista y poeta albanés Ismail Kadaré, exiliado en París tras huir del régimen comunista de su país, recibió en la noche de ayer el Premio Príncipe de Asturias de las Letra por ''la belleza y el hondo compromiso'' de su creación literaria, traducida a más de cuarenta idiomas.

Ismaíl Kadaré nació en Gjirokaster, en el sur de Albania, en 1936, de una familia de modestos funcionarios. Durante la Segunda Guerra Mundial, su ciudad natal fue sucesivamente ocupada por los italianos, los griegos, las fuerzas reaccionarias albanesas, los alemanes, y finalmente fue liberada por los partisanos albaneses.

Estudiante de letras en la Universidad de Tirana, acabó la carrera en el Instituto Gorki de Moscú, verdadero semillero de críticos y autores. De regreso en Albania en 1960, debido a la ruptura de relaciones entre su país y la Unión Soviética, se ganó la vida haciendo de periodista en diversas revistas literarias y empezó a publicar poesía.

Su primera novela, El general del ejército muerto, se convirtió en un éxito y lo dió a conocer en el exterior como un autor de gran talento.Desde entonces ha publicado un gran número de novelas, entre las cuales El palacio de los sueños, El monstruo, Abril roto, El año negro, Los tambores de la lluvia, o El firman de la ceguera, están inspiradas en gran parte por leyendas y por la historia albanesa.
Los personajes de Kadaré, más que hacer la historia, la sufren, la padecen, para ellos la poesía no es un arma cargada de ningún futuro, y casi de ningún presente. Tampoco el escritor se hace ilusiones: «A veces se atribuyen a la literatura misiones imposibles, pero no puede cambiar el mundo. Aunque, sin ella el planeta no tendría sentido». Palabra y obra de quien dice vivir para escribir y escribir para vivir, y no ha muerto ni ha sido silenciado en el intento. Un milagro, un capricho del destino (bueno llamémosle Partido), porque lo que Kadaré tiene humana y literariamente claro es que «para cualquier régimen totalitario y paranoico el escritor, si es normal y no acomodaticio, siempre está condenado por la fatalidad de ser culpable, de ser sospechoso, sospechoso y sospechoso».
El acta del jurado destacó en el momento de la concesión del premio que el autor "narra con lenguaje cotidiano, pero lleno de lirismo, la tragedia de su tierra, campo de continuas batallas" e incide en que da vida "a los viejos mitos con palabras nuevas" y expresa "toda la pesadumbre y la carga dramática de la conciencia". Según el jurado, su compromiso hunde las raíces en la gran tradición literaria del mundo helénico, "que proyecta en el escenario contemporáneo como denuncia de cualquier forma de totalitarismo y en defensa de la razón".

FUENTE: abc.es

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