El escritor y académico valenciano Francisco Brines es el ganador del premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana del 2010. El jurado anunció ayer el fallo, y destacó la dificultad de elegir entre todos los candidatos. Según Luis Antonio de Villena, miembro del jurado, Brines ganó después de un debate "muy reñido", dada la alta calidad de las propuestas, entre las que se encontraban escritores como los españoles Carlos Edmundo de Ory, Julia Uceda y María Victoria Atencia, el nicaragüense Ernesto Cardenal, la uruguaya Cristina Peri Rossi y el portugués Antonio Ramos Rosa. Miembro del grupo poético de los 50, Francisco Brines publicó su primer libro en 1959. A lo largo de su trayectoria, ha recibido reconocimientos como el premio Internacional García Lorca o el Nacional de las Letras de España. Según el jurado, Brines es "un gran poeta metafísico", cuya obra "nos enseña a vivir" y está marcada "por el paso del tiempo". ...
FUENTE: La Vanguardia
P:Nunca ha abandonado la poesía para escribir narrativa o teatro, sí para apenas escribir algún ensayo. ¿Por qué?
R: -Esta pregunta me la hicieron hace mucho tiempo en Jerez dos muchachas para dos periódicos distintos en una entrevista al alimón. Cuando al día siguiente tomé el tren leí en grandes titulares que yo era un «megalómano de la poesía», algo que se repetía varias veces en el desarrollo de la entrevista. Yo no recordaba haber dicho aquello y sólo al leer la otra entrevista me di cuenta de lo ocurrido: al preguntarme esto mismo yo había respondido que era un «un monógamo de la poesía». Lo que quiero decir es que los escritores estamos dotados para una cosa, no para todas las que nuestra voluntad quisiera, como la narrativa. En mi caso, quizá sí algo para el ensayo, si no fuera tan perezoso como soy. Ahora observamos que todos los poetas son también narradores, y eso no ocurría antes. Por ejemplo, de la Generación del 27 alguno escribió una novela, como Pedro Salinas, pero era raro.
FUENTE: La Vanguardia
FRANCISCO BRINES " UN MONÓGAMO DE LA POESÍA"
P:Nunca ha abandonado la poesía para escribir narrativa o teatro, sí para apenas escribir algún ensayo. ¿Por qué?
R: -Esta pregunta me la hicieron hace mucho tiempo en Jerez dos muchachas para dos periódicos distintos en una entrevista al alimón. Cuando al día siguiente tomé el tren leí en grandes titulares que yo era un «megalómano de la poesía», algo que se repetía varias veces en el desarrollo de la entrevista. Yo no recordaba haber dicho aquello y sólo al leer la otra entrevista me di cuenta de lo ocurrido: al preguntarme esto mismo yo había respondido que era un «un monógamo de la poesía». Lo que quiero decir es que los escritores estamos dotados para una cosa, no para todas las que nuestra voluntad quisiera, como la narrativa. En mi caso, quizá sí algo para el ensayo, si no fuera tan perezoso como soy. Ahora observamos que todos los poetas son también narradores, y eso no ocurría antes. Por ejemplo, de la Generación del 27 alguno escribió una novela, como Pedro Salinas, pero era raro.
FUENTE: Fragmento de una entrevista realizada a Francisco Brines
Aquel verano de mi juventud
Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.
Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.
De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.
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Y qué es lo que quedó de aquel viejo verano
en las costas de Grecia?
¿Qué resta en mí del único verano de mi vida?
Si pudiera elegir de todo lo vivido
algún lugar, y el tiempo que lo ata,
su milagrosa compañía me arrastra allí,
en donde ser feliz era la natural razón de estar con vida.
Perdura la experiencia, como un cuarto cerrado de la infancia;
no queda ya el recuerdo de días sucesivos
en esta sucesión mediocre de los años.
Hoy vivo esta carencia,
y apuro del engaño algún rescate
que me permita aún mirar el mundo
con amor necesario;
y así saberme digno del sueño de la vida.
De cuanto fue ventura, de aquel sitio de dicha,
saqueo avaramente
siempre una misma imagen:
sus cabellos movidos por el aire,
y la mirada fija dentro del mar.
Tan sólo ese momento indiferente.
Sellada en él, la vida.
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