Ayer lunes 28 de noviembre de 2011, el mismo día en que Christopher Paolini nos dio a conocer "Legado", cuarta entrega de su tetralogía Eragon, Rafael Ábalos volvió a presentar en Fuengirola su última novela, “El Péndulo”, una obra diferente a las anteriores y dirigida a un público igualmente diferente en la que Ábalos ha encontrado un espacio para el yo adulto, para contar algo sobre él y sobre nuestro tiempo, un tiempo lleno de dualidades.
Rafael Ábalos propuso a los asistentes un viaje a Nueva York visitando lugares muy presentes en obras anteriores suyas mientras escuchábamos de fondo una entrevista realizada al autor recientemente por Domi Del Postigo, director del programa A vivir Andalucía de la Cadena Ser. En esa misma ciudad que entonces recorríamos a través de numerosas y atractivas instantáneas, en el hall de la ONU, comenzó hace unos años la gestación de esta obra al contemplar el péndulo de Foucault, en el que el autor supo ver no un objeto meramente decorativo, sino el misterio que se ocultaba tras él.
La utilización de Nueva York como lugar en el que se desarrolla la acción no es casual. Nueva York y la ONU son símbolos del mundo que nos ha tocado vivir, próximos para nosotros frente a otros lugares del mundo, pero a la vez son lugares vulnerables, por lo que su elección no es rara para representar un mundo en peligro.
Tras esta introducción, Rafael Ábalos invitó a cuatro amigos-lectores a compartir el escenario para desvelarnos algunas claves de la obra sin darnos ninguna pista sobre el argumento. Frente a otros relatos anteriores no aparece el autor en "El Péndulo", sino una mujer, Loanne, una periodista en paro, que narra una historia desconcertante, relegando en segundo término al autor. Según Ábalos eligió una periodista porque son los periodista los que nos cuentan “la verdad”. Loanne es una persona ingenua, no una heroína, que con un lenguaje directo, casi coloquial, aligera la tensión que se va creando en la obra, dotándola de un ritmo dinámico en el que la modernidad deja, sin embargo, espacio a los clásicos del género negro. En oposición a ella, formando parte de esa dualidad que ve el autor en el mundo moderno, se encuentran otros dos personajes: Donovan, la antítesis natural de Loanne, y Alessia, un personaje secundario, pero necesario, que acaba haciéndose su sitio en la novela. En la transformación de esos tres personajes, que constituyen un complejo triángulo, radica el interés de la novela, en palabras del autor “son personajes que atrapan”. Sus vivencias les van marcando y se ven obligados a evolucionar a través de las circunstancias en las que viven.
La presencia de Dios es también una constante de la obra o, más bien, la manipulación de ese dios, cualquiera que sea, y su utilización para justificar lo injustificable a lo largo de la historia de la humanidad. No aborda, sin embargo, la idea de un determinado dios, ya sea cristiano o de cualquier otra religión, sino la idea, la intuición que tuvieron los primeros seres humanos al preguntarse por algo misterioso, inexplicable, que había en el universo, interrogante que aún sigue presente en nuestros días.
La estructura de la obra, el itinerario de la narración, es como el péndulo, va de un extremo a otro, y en eso podemos descubrir también un elemento original de esta obra que no se desarrolla de manera lineal y que transmite una doble inquietud al lector. Una inquietud interna, que sería la segunda lectura que se puede hacer de esta obra, y la inquietud de una trama trepidante y llena de actualidad, ya que transcurre en el segundo año de mandato de Barck Obama, estando, por tanto, muy presente la situación cambiante en la que vivimos, que ofrece un extraordinario caldo de cultivo para la manipulación.
Es una novela abierta que deja al lector la interpretación de esas preguntas que plantea. Tiene, sin embargo, un final, pero son los lectores los que interactuando deben encontrar sus propias respuestas bajo el péndulo, símbolo, entre otras cosas, de vida y muerte.
Una novela de símbolos en la que todos los elementos que la constituyen acaban encajando y el péndulo es el símbolo que explica nuestra realidad. “La verdad puede ser la mayor de las mentiras”, uno no sabe si es la verdad o la ficción lo que está aconteciendo.
No era intención de ninguno de los contertulios desvelarnos la trama en ninguno de sus detalles, por lo que si estáis interesados en conocer más sobre ella la podéis encontrar ya en nuestra biblioteca. Lo que si nos confesó Rafael Ábalos fue la presencia de Tom Sawyer y Mark Twain en esta obra: “Si hoy soy alguien es por ese libro, (Las aventuras de Tom Sawyer) que leí”.
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