El 6 de febrero de 1916 moría en León (Nicaragua), la
ciudad en la que había pasado una parte de su infancia, el poeta Rubén Darío. A
pesar de que no vivió mucho tiempo en nuestro país los españoles consideramos a
Rubén Darío como si fuera uno de los nuestros. De hecho, todos los manuales y
antologías de “Literatura Española Contemporánea” han tratado siempre su obra
como la de uno más de los poetas modernistas de nuestra literatura. Algunas de
sus poesías son de las más conocidas entre nosotros y su nombre se evoca con
frecuencia entre los grandes poetas en lengua castellana.
En este 2016 plagado de conmemoraciones y efemérides, en
el centenario de su muerte recordamos a un poeta que vivió hasta el límite los
placeres de la vida, que gozó de la popularidad y de la admiración de toda la
América hispánica, que fraguó su propia decadencia en ríos de alcohol y cuya
precariedad económica lo convirtió en víctima de sus propias contradicciones.
También recordamos su poesía que puede servir igualmente
en este 2016 para rendir homenaje a Miguel de
Cervantes Saavedra en el cuarto
centenario de su muerte.
SONETO A CERVANTES
Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza.
Él es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.
Cristiano y amoroso y caballero
parla como un arroyo cristalino.
¡Así le admiro y quiero,
viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!
0 comentarios:
Publicar un comentario