Sobran las palabras. Los
emoticonos nos dejan sin ellas. Poco a poco, las caritas, aplausos o rostros
llorando de risa han ido arrinconando a la expresión escrita hasta convertirse
en un elemento casi imprescindible en la mensajería online. Son el alfabeto de
la década, o quizá del siglo.
La mitad de los comentarios
de Instagram tiene un emoji y no hay conversación en WhatsApp que no esté
salpicada de estos intrusos de la ortodoxia lingüística. Basta uno de estos
pictogramas para ahorrarse una frase. En menos de un segundo se ha dicho todo.
Parecen inocentes, pero esconden una amenaza -o una oportunidad- para el idioma
tal. En muy poco tiempo se ha convertido en un fenómeno de masas, capaz de
poner de acuerdo a toda la humanidad, sin distinciones sociales, demográficas,
políticas o económicas.
"Ante la pobreza
léxica, bienvenida sea la riqueza gráfica", dicen algunos de los filólogos
consultados, conscientes de que "una cosa y otra avanzan de la mano,
apremiados por maneras de comunicar cada vez más inmediatas, estandarizadas y
superficiales". Basta un vistazo a cualquier timeline de algún joven
usuario de Instagram para certificar el declive las palabras frente a los
emoticonos.
Mientras debaten los
partidarios y detractores, los lexicógrafos y etimólogos encuentran nuevos
ámbitos para su actuación y análisis. Lo que inicialmente eran cuatro signos
ahora supera el millar. Unos piensan que es el lenguaje de los nuevos tiempos y
otros argumentan que es tan viejo como la comunicación, al tratarse de una
versión moderna de la más antigua alfabetización. Los jeroglíficos egipcios no
eran más que ideogramas, igual que los que circulan cada segundo en las redes
sociales.
Frente a los que piensan que
una imagen vale más que mil palabras, se encuentran unos pocos defensores de la
pureza y la corrección del idioma. Entre unos y otros se sitúa una inmensa
mayoría de la humanidad conectada que utiliza los emoticonos como un recurso
más para matizar sus comentarios en entornos en los que ni hay tiempo ni
espacio para extenderse en adjetivos.
FUENTE: ELECONOMISTA.ES
0 comentarios:
Publicar un comentario