El 4 de enero
de 1920, hace ahora cien años, el insigne escritor Benito Pérez Galdós fallecía
en su madrileña casa de Hilarión Eslava, convertido ya en una gloria de las
letras universales. Al día siguiente, el 5 de enero, el pueblo madrileño se
echó a la calle para seguir al cortejo
fúnebre en una auténtica demostración de fervor y cariño popular. Su
cuerpo se expuso en el Ayuntamiento de Madrid, donde miles de personas
acudieron para rendirle homenaje. Porque Don Benito se había ganado el afecto
de la gente de la calle, la normal, a la que él tan bien representó en sus
docenas de escritos.
También porque, desde que
llegara muy joven a la capital de España, el escritor hacía la vida del clásico madrileño callejero y deambulador
que recorría mercados, tiendas, cafés o tertulias, y que lo
mismo departía con los comerciantes que con las meretrices; con los camareros,
que con las estrellas del teatro; con las lumbreras del intelecto, que con
políticos o filibusteros. Daba igual: Don Benito escarbó en la psicología
humana más profunda y variada, y así lo plasmó en su amplia y memorable obra.
Benito Pérez Galdós es
considerado por muchos especialistas como uno de los grandes novelistas de
todos los tiempos, y una de las grandes figuras literarias en español. Su
amplio y magnífico legado abarca cerca cien novelas, treinta obras de teatro y
una innumerable colección de artículos periodísticos, ensayos y relatos. Está
considerado como uno de los grandes maestros del realismo y el naturalismo.
Reconocido dentro y fuera de España, aunque fue propuesto para el Nobel de Literatura, sus mismos
compatriotas bloquearon esta posibilidad.
FUENTE: GENTEYOLD.COM
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