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Rodari (1920-1980) es
un autor indispensable en la literatura infantil del siglo XX. Fue, entre otras
cosas, escritor, pedagogo, periodista, militante político, guionista, poeta y
educador. En toda la obra de Rodari, el lector se sumerge en
un mundo donde se destaca lo fantástico y la crítica al mundo que lo rodea con un lenguaje espontáneo, creativo y
muy comprometido.
Muy pronto manifiesta su interés por llevar la literatura a los
más pequeños y consigue publicar dos historias: El libro de las retahílas y Las
aventuras de Cipollino.
Fue a principios de los años 60 cuando comienza a recorrer escuelas para relatar sus cuentos. Desde los inicios se sorprende escuchando a los niños, relacionándose con ellos de manera directa e interactiva, valorando sus intervenciones para encontrar la mejor manera de contar sus historias. Comienza a observarlos y a enriquecerse con sus aportes. Todas las notas que tomó, producto de estos encuentros, son los bocetos de su libro más famoso: Gramática de la fantasía. Introducción al arte de contar historias. Allí propone la idea de “binario fantástico”, que consiste en la unión de dos palabras de diverso orden semántico y la formación de distintas combinaciones posibles mediante preposiciones o complementos.
Entre sus obras más populares se encuentran: Cuentos
para jugar, Cuentos escritos a máquina, Las aventuras de Cipollino, Gelsomino
en el país de los mentirosos, El libro de los porqué, Las aventuras de Tonino
el invisible, Gip en el televisor, La tarta voladora, Cuentos por teléfono, Los
traspiés de Alicia Paf, Gramática de la fantasía, La góndola fantasma, El perro
de Maguncia, Historia del rey Midas.
A lo largo de sus historias también nos convoca a hacernos
preguntas, y a reflexionar, incluso, sobre cómo se originan los elementos
cotidianos y crean un espacio nuevo en el que tal vez no habíamos reparado.
Estaba convencido de que estimular esta creatividad también influía
positivamente en otras áreas, como las ciencias o las artes.
Más allá de su obra escrita, podemos pensar que su labor
como “cuenta cuentos” o “narrador” reivindica
el lugar de la oralidad. Su firme creencia en que la literatura tiene una
función social hizo que hasta el día de hoy se lo recuerde como un autor de
gran influencia tanto en el ámbito educativo como en otras esferas de la
cultura.
Este día en que se cumple el centenario de su nacimiento es
una ocasión propicia para recordar no solo sus obras, sino también para
revindicar la capacidad de enseñar a pensar y a inventar historias en la medida
en que estas enriquecen la apreciación de la realidad y ponderan el valor de la
palabra.
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