Si alguna vez tu pecho se detiene,
si algo deja de andar ardiendo por tus
venas,
si tu voz en tu boca se va sin ser
palabra,
si tus manos se olvidan de volar y se
duermen,
Matilde, amor, deja tus labios
entreabiertos
porque ese último beso debe durar
conmigo,
debe quedar inmóvil para siempre en tu
boca
para que así también me acompañe en mi
muerte.
Me moriré besando tu loca boca fría,
abrazando el racimo perdido de tu
cuerpo,
y buscando la luz de tus ojos cerrados.
Y así cuando la tierra reciba nuestro
abrazo
iremos confundidos en una sola muerte
a vivir para siempre la eternidad de un
beso.
Pablo Neruda
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