Cuando todavía no se han asentado en nuestras mentes las muchas ideas transmitidas por Amenábar en ÁGORA, un artículo aparecido el pasado domingo en EL PAÍS vuelve a llevarnos nuevamente a la Biblioteca de Alejandría y nos hace reflexionar sobre los numerosos avatares que han condicionado la transmisión de los libros en la historia de la humanidad. Según dicho artículo varias son las instituciones que podrían aspirar a convertirse en el equivalente madrileño de la Biblioteca de Alejandría. Hasta 300 centros de diferente naturaleza, desde museos a reales academias..., atesoran archivos, documentos y libros de impar valía por su historicidad y sustancia. Sin embargo lo más próximo al gran mito de la Biblioteca de Alejandría es el fascinante Archivo de Villa. Situado en los subterráneos del cuartel del Conde Duque, su ajuar consiste en 64000 libros, 37811 legajos y 850 planos (casi 20 kms. distribuidos linealmente). El documento más antiguo data de 1152 y su principal tesoro es el Fuero de Madrid, especie de código de conducta vigente a partir de 1202 en el que se resumían las prácticas y costumbres para facilitar la vida en común.
No es ésta, sin embargo, la única biblioteca digna de mención. Con la consigna "Fazer insigne librería" el poeta Diego Hurtado de Mendoza persuadió a Felipe II para que instalara en el monasterio jerónimo de San Lorenzo de El Escorial una gran biblioteca, en la que reunir los impresos y manuscritos dispersos desde la Edad Media por todo el pais, que fuera una verdera ciudad del saber en letra escrita.
El esfuerzo de muchos humanistas de la época y la complicidad del rey lograron que la librería escurialense llegara a rivalizar con la Vaticana de Roma o la Medicea Laurenciana de Florencia. (Biblioteca de San Lorenzo de El Escorial).
En ella podemos encontrar hasta 200 incunables, códices griegos y latinos y de las lenguas conocidas, señaladamente árabes -la mejor colección del mundo-, así como las nativas peninsulares, catalán, gallego, portugués, incluso occitano. De entre las numerosísimas joyas destacan 67 códices miniados bizantinos adquiridos por agentes de Felipe II en los muelles de Venecia, donde atracaban navíos procedentes de la Constantinopla en ese momento en poder de los turcos.
Afortunadamente podríamos poner otros muchos ejemplos de bibliotecas o archivos que guardan grandes tesoros y, aunque sentimos mucho la pérdida de la Biblioteca de Alejandría y de otras muchas bibliotecas a lo largo de la historia, preferimos pensar que gran parte del saber sigue encontrándose a nuestra disposición en los libros.
FUENTE: Diario EL PAIS (Domingo 18 de octubre de 2009)
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