Los desastres colosales, por lo general vinculados con gritos de angustia y relatos de heroísmo, son las narraciones centrales de la época contemporánea. La obsesión comenzó hace un siglo en una embarcación supuestamente incapaz de hundirse, de la que más de 1.500 almas cayeron a las aguas gélidas del Atlántico norte, todo en solo 160 minutos aterradores mientras una orquesta seguía tocando.
Era el Titanic. Y desde entonces hemos sido cautivados por los desastres en
general, pero en particular por el relato del enorme crucero de lujo. La
celebración centésimo aniversario del hundimiento y el hallazgo de sus restos
en medio del Atlántico no hace muchos años solo han venido a magnificar la
fascinación por ese buque.
Por supuesto que hubo catástrofes antes de la fatídica noche del domingo 14 de
abril de 1912, pero ninguno parece haber capturado tanto la atención ni durante
tanto tiempo como el hundimiento del Titanic, tal vez porque se produjo en los
albores de un siglo que iba a ver tantos y tantos cambios desembocando en el
mundo que hoy vivimos, pero igualmente porque supuso para muchos una lección de
humildad para un ser humano que se creía ya cercano a los dioses.
Luego hubo también desastres mayores en muertos y daños, pero todos tomaron
algo prestado de la trama establecida por el hundimiento del Titanic.
FUENTE: Eluniverso.com
Tomando como punto de
partida la conmemoración de este centésimo aniversario nos hemos planteado
tratar en nuestro centro el tema de los
naufragios desde una perspectiva interdisciplinar. Pretendemos abordar este
fenómeno a lo largo de la historia desde las distintas áreas del conocimiento y
partiendo, como no, de los grandes relatos de náufragos. La literatura, la
pintura, la historia, la física y las matemáticas, la ciencia en general, nos
servirán para ilustrar un fenómeno, el de los naufragios,
que ha apasionado desde siempre al género humano y que nos ha llevado a
establecer esa extraña relación de amor- miedo que todos tenemos con el mar.
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