Los
últimos días de mayo de 1967 el escritor colombiano Gabriel García Márquez
estaba lleno de incertidumbre. Tras pasar 18 meses encerrado en un cuarto de su
casa de Ciudad de México, sentado frente a su máquina de escribir Smith Corona,
por fin había terminado la novela con la que soñaba desde que era un joven
periodista con ganas de contar historias.
Y
aunque varios de los primeros lectores de los manuscritos –como Mario Vargas
Llosa y Álvaro Mutis– ya comentaban en voz baja que era una de las mejores
novelas en lengua castellana en muchos años, e incluso la editorial había
doblado el tiraje luego de las pruebas de imprenta, Gabo, incrédulo, no
esperaba nada extraordinario. Tenía 40 años, cuatro libros publicados y ninguno
era un éxito.
El
libro finalmente se terminó de imprimir el 30 de mayo con el título de Cien
años de soledad y a la semana siguiente (el 6 de junio) ya se conseguía en las
librerías de Buenos Aires.
Lo
que vino después fue una avalancha inesperada que removió los cimientos de la
literatura universal y que aún no se detiene: la historia de las siete
generaciones de la familia Buendía y de Macondo, un pueblito imaginario en el
Caribe colombiano, se convirtió en un fenómeno mundial que, hasta el momento,
ha sido traducido a unos 49 idiomas, publicado por más de 100 editoriales y ha
vendido más de 40 millones de copias en todo el mundo, sin contar las ediciones
piratas.
Cien
años de soledad se convirtió en una de las historias más universales de los
últimos tiempos. Las alegrías, las tragedias y las ilusiones de los Buendía en
Macondo no solo identificaron a los pueblos de América Latina, sino que también
les llegaron al corazón a personas de todos los rincones del mundo. Las
historias de Macondo, de hecho, no son muy distintas a las que ocurren en
algunos lugares. Por eso en muchos países, algunos inimaginables, hay personas
que toman el libro como propio.
Pero
más allá de los temas políticos, sociales y comerciales, la novela de Gabo
marcó una época en la literatura universal. En Hispanoamérica, algunos afirman
que es la segunda obra más importante de la lengua castellana después de Don
Quijote de la Mancha. Tal vez no se equivocan, pues no solo fue el culmen del
llamado boom de la literatura latinoamericana –como se conoce al movimiento de
escritores que, entre los años sesenta y setenta, revolucionó las letras en
español–, sino que hizo popular un estilo conocido como el realismo mágico,
lleno de escenas extraordinarias y mágicas (hombres que vuelven de la muerte,
hilos de sangre que recorren las calles de un pueblo o hermanos que quedan
marcados con cruces de ceniza en la frente), al tiempo que se narran temas de
fondo como el día a día de una sociedad rural y la violencia.
Pero
lo más importante en un día como el de hoy, lo que ha hecho a esta obra
realmente universal, es que cincuenta años después de publicada, Cien años de
soledad sigue alegrando la vida de lectores en cualquier parte del mundo. De
hecho, lo más seguro es que en este mismo momento muchas personas de distintas
razas, países y orígenes estén sumergidas en la historia de Macondo y de
aquella tarde remota en la que el padre de Aureliano Buendía lo llevó a conocer
el hielo.
FUENTE: SEMANA.COM
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