“Y aquel rey-librero de Morningside, del que apenas sabía nada, había
existido. Y había sido el primero en inyectarle sus dos pasiones fundamentales:
la de viajar y la de leer. Y las dos se fundían en otra, porque leyendo se podía
viajar con la imaginación, o sea soñar que se viajaba.”
Fragmento de “Caperucita
en Manhattan” de Carmen Martín Gaite
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