Ana
Karenina es una de las novelas más representativas de León Tolstoi, uno de los
más preclaros novelistas del siglo XIX, y su sola mención sugiere
inmediatamente dos grandes temas de la novela decimonónica: pasión y adulterio.
En ella Tolstói refleja su visión de la sociedad urbana rusa de la época,
símbolo de los vicios y el pecado, en oposición a la vida sana de la naturaleza
y del campo. De ese mundo necio y patológico de la ciudad es víctima Ana
Karenina, que se ha convertido en una figura clave de la literatura universal.
La trama es
simple. Ana, esposa del alto funcionario Karenin, se enamora de Vronski, un
guapo militar. Ana, que queda embarazada de su joven amante, huye con éste a
Italia, desafiando así el acatamiento a las convenciones sociales que le exigía
su marido. La alta sociedad rusa le da la espalda mientras se estrecha el cerco que culminará en el
suicidio: su marido no quiere concederle el divorcio y se niega a que vea a su
hijo. Desesperada, abrumada por los celos, Ana se arroja bajo las ruedas de un
tren. Es ésta una de las escenas literarias de mayor intensidad que nos ha sido
concedida leer.
A la vez que se
nos hace la crónica de estos amores desgraciados, la novela nos ofrece, en
contrapunto, la apacible historia de amor del terrateniente
Levin, que se construye una vida familiar armónica en el campo junto a su mujer
Ketty.
Tras varias adaptaciones en
cine y diversas mini-series, esta nueva versión tenía que ofrecer algo nuevo. Para
su director Joe Wrigt “ Ana Karenina es un
mosaico muy rico que contiene diferentes temas y filosofías acerca de la complejidad de las
clases sociales, la política, la moral y el amor”.
Wrigt no quería seguir las
huellas de producciones anteriores rodadas en decorados habituales. Por eso
decidió darle un enfoque más teatral a la historia y rodar la mayor parte de la
película en un inmenso teatro ruso de 1870: “ un maravilloso teatro decadente y
abandonado que podría servir como una metáfora de la sociedad rusa de la época,
que se pudría por dentro. Cerrado, aunque visualmente extenso, cobra vida y se
transforma delante del espectador. El efecto es mágico. Se abren puertas y
cruzamos paisajes nevados, entramos en laberintos…”
FUENTES: elmundo.es CINERAMA
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