viernes, 29 de marzo de 2013

ANA KARENINA


Ana Karenina es una de las novelas más representativas de León Tolstoi, uno de los más preclaros novelistas del siglo XIX, y su sola mención sugiere inmediatamente dos grandes temas de la novela decimonónica: pasión y adulterio. En ella Tolstói refleja su visión de la sociedad urbana rusa de la época, símbolo de los vicios y el pecado, en oposición a la vida sana de la naturaleza y del campo. De ese mundo necio y patológico de la ciudad es víctima Ana Karenina, que se ha convertido en una figura clave de la literatura universal. 

La trama es simple. Ana, esposa del alto funcionario Karenin, se enamora de Vronski, un guapo militar. Ana, que queda embarazada de su joven amante, huye con éste a Italia, desafiando así el acatamiento a las convenciones sociales que le exigía su marido. La alta sociedad rusa le da la espalda mientras se  estrecha el cerco que culminará en el suicidio: su marido no quiere concederle el divorcio y se niega a que vea a su hijo. Desesperada, abrumada por los celos, Ana se arroja bajo las ruedas de un tren. Es ésta una de las escenas literarias de mayor intensidad que nos ha sido concedida leer.

A la vez que se nos hace la crónica de estos amores desgraciados, la novela nos ofrece, en contrapunto, la apacible historia de amor del terrateniente Levin, que se construye una vida familiar armónica en el campo junto a su mujer Ketty.

Tras varias adaptaciones en cine y diversas mini-series, esta nueva versión tenía que ofrecer algo nuevo. Para su director Joe Wrigt “ Ana Karenina es un  mosaico muy rico que contiene diferentes temas  y filosofías acerca de la complejidad de las clases sociales, la política, la moral y el amor”. 


Wrigt no quería seguir las huellas de producciones anteriores rodadas en decorados habituales. Por eso decidió darle un enfoque más teatral a la historia y rodar la mayor parte de la película en un inmenso teatro ruso de 1870: “ un maravilloso teatro decadente y abandonado que podría servir como una metáfora de la sociedad rusa de la época, que se pudría por dentro. Cerrado, aunque visualmente extenso, cobra vida y se transforma delante del espectador. El efecto es mágico. Se abren puertas y cruzamos paisajes nevados, entramos en laberintos…”

FUENTES: elmundo.es  CINERAMA

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