Nadie puede negar que los móviles están cada vez más presentes en nuestras vidas, pero también es cierto, por extraño que a algunos os parezca, que hace no muchos años ni siquiera existían. Su irrupción en nuestras vidas ha tenido consecuencias a muchos niveles que han supuesto nuevas formas de comunicarnos o de incomunicarnos con los demás, según se mire, de divertirnos, de relacionarnos con el mundo exterior, con la información, modificando tareas tan habituales para nosotros como los deberes escolares. Os proponemos la lectura de un artículo publicado hace unos meses en el periódico en El Mundo en el que se habla de un curioso experimento llevado a cabo en una escuela alemana y que lleva por título “Mi primera vez sin móvil”.
Os reproducimos a continuación el artículo.
Mi primera vez sin móvil
Un teléfono móvil en un
Congreso tecnológico.| Efe
·
"Las primeras 48 horas son angustiosas pero después
sientes un subidón"
Rosalía Sánchez | Berlín
Actualizado miércoles
24/04/2013
"Para mí era la primera vez y me
sentía muy insegura, pero he descubierto que se trata de una sensación
bestialmente relajante", dice Janine, de 16 años, que acaba de pasar la
primera semana de su vida consciente sin teléfono móvil. Janine ha participado
en un experimento llevado a cabo en su escuela Waldorf de Braunschweig, en
Alemania, en el que un grupo de adolescentes ha accedido a prescindir de sus
móviles durante una semana y después rellenar unos cuestionarios y escribir una
narración sobre tan inédita experiencia. "Las primeras 48 horas son
angustiosas, pero después sientes un subidón, es como si el día tuviese más
horas y comienzas a hacer cosas como loco", relata.
Janine tiene móvil desde los nueve años
y desde hace casi dos maneja un Smartphone del que no se separa ni para ir al
baño. "Antes del experimento, no
me atrevía a ir a ninguna parte sin el móvil. Día y noche junto a mí. Y
constantemente estaba sacándolo del bolsillo y comprobando si alguien me había
escrito", dice. "Por eso al principio tenía miedo, pensaba que no
sería capaz de llegar a casa si perdía el autobús o que perdería el contacto
con mis amigos, que me sentiría aislada, sola...", reflexiona.
Conociendo este alto nivel de
dependencia de la mayoría de sus alumnos, el colegio propuso el experimento y
organizó una etapa previa de dos semanas en las que los
chicos fueron advertidos sobre cómo debían prepararse para la etapa de
supervivencia, por ejemplo aprendiendo de memoria el número de
teléfono de su casa o de sus padres, que a menudo desconocen porque lo tienen
grabado en la memoria del móvil o aprendiendo a realizar en la biblioteca del
colegio, a través de ficheros, las búsquedas que a diario hacen en Google para
completar las tareas escolares.
"La
diferencia entre las tareas hechas con Google y en la biblioteca es que me he
encontrado con textos muy diferentes unos de otros. De alguna manera, los
buscadores de internet tienden a unificar resultados y, al no existir la opción
de cortar y pegar, sino la necesidad de hacer revisiones de textos, cada alumno
se ha fijado en aspectos diferentes que le parecían más importantes", explica la profesora de Historia de
este colegio de secundaria.
Descubrimientos cotidianos
Pero a pesar de los intensos
preparativos, el momento de la separación de los teléfonos tuvo algo de
traumático. "Los íbamos entregando y los metían en bolsas de plástico con nuestros
nombres, uno a uno, como si fueran cadáveres en un depósito",
recuerda Janine, cuya impresión es que "esta semana ha transcurrido de
forma muy diferente a como esperaba. Estaba angustiada ante la idea de estar sin
teléfono, pero resulta que he estado más relajada que nunca".
Según los cuestionarios rellenados
posteriormente, lo que más echaron de menos fue el WhatsApp y la
posibilidad de escuchar música en la parada del autobús. Algunos han
reconocido que por primera vez se han fijado en que viajan a diario con vecinos
que van al mismo colegio de cuya presencia en el autobús ni se habían
percatado. Otros admiten que, cuando llegaban a casa, sustituían el móvil por
el ordenador de su padre y quedaban con los amigos por Facebook. "Bueno,
es que completamente sin internet habría sido ya del todo imposible",
protesta Janine.
La mayoría anota que ha tenido más
tiempo para charlar en casa con otros miembros de la familia,
conversaciones en la que los padres de alguno de ellos les han contado que hubo
un tiempo en el que los chicos llamaban a la puerta de sus vecinos, preguntando
si salían a dar una vuelta, y que incluso a veces salían a la calle y
compartían juegos o entretenimiento sencillamente con quien se encontraban en
su misma situación, pero los chicos escuchan estos relatos con escepticismo.
"No creo. Eso lo dice mi padre porque quiere que no esté todo el día
colgada del móvil, pero él sería el primero que se enfadaría si yo fuera a casa
de alguien sin avisar, mucho menos si mis amigos empiezan a presentarse en mi
casa...", piensa Janine en voz alta.
Ninguno de los participantes en el
experimento se considera a sí mismo adicto a los medios y, aunque todos reconocen aspectos
positivos del periodo de abstinencia, han recogido de vuelta sus móviles con
alborozo y cierta ansiedad. En resumidas cuentas, por lo que se desprende de
sus declaraciones, les tranquiliza saber que se puede vivir una semana entera
sin móvil, pero no parecen dispuestos a prescindir de él.
FUENTE: ELMUNDO.ES (HAZ CLICK PARA VER EL ARTÍCULO EN LA PÁGINA ORIGINAL)
0 comentarios:
Publicar un comentario