A primera vista la relación entre literatura y ciencia puede parecer
difícil. Podría incluso decirse que la
ciencia y la literatura sirven a dos divinidades contrarias: la inteligencia y
las emociones. Esta visión, bastante simplista sin duda, tiene cierto
fundamento: el escritor se ocupa de conmovernos con mundos imaginados; el
científico, de descifrar el mundo real. Sin embargo, las grandes obras
literarias dirigen miradas profundas a la realidad y los grandes
avances científicos redefinen los límites de la imaginación, de manera que es
concebible que las dos disciplinas tengan muchos puntos de unión.
Así,
aunque pocas cosas pueden resultar en principio tan opuestas como la ciencia y
la poesía, podemos afirmar que no son pocos los poemas en los que aparecen
conceptos científicos o, al menos, en los que se hace referencia, aunque sea
tangencialmente o metafóricamente, a términos científicos.
Más
abundantes son las referencias científicas en la prosa literaria. De hecho, hay
un género, la ciencia ficción estrechamente relacionado con la ciencia.
De
mostrarnos que esa relación entre literatura y ciencia existe, de poner ante
nosotros esas obras en las que ambos mundos confluyen se ocupa el Centro de Ciencia Principia de Málaga a
través de lo que han denominado “Lecturas con Ciencia”, lecturas acompañadas de
experimentos en las que los alumnos leen, experimentan y hacen preguntas a la
vez que se divierten.
Hace un tiempo descubrimos que en los
libros de Harry Potter no todo es magia, o más bien, que detrás de la magia la
mayoría de las veces no hay otra cosa que ciencia.
El pasado viernes 22 de marzo Carlos
Durán, profesor del Centro de Ciencia Principia nos descubrió la ciencia que podemos
encontrar en “Frankenstein o el moderno Prometeo” de Mary Godwin Shelley
(1797-1851), escrito cuando la autora tan sólo contaba con diecinueve años. Una
novela mucho más sustanciosa de lo que pueda pensarse en principio, como nos demostró
Carlos Durán, pero bastante deformada debido fundamentalmente al cine que la convirtió
muchas veces en un relato de terror del que parece extraerse la moraleja de que
debemos desconfiar de los científicos y de sus extraños descubrimientos e
inventos de imprevisibles consecuencias. De una forma muy amena y práctica a lo
largo de una fascinante velada se fueron desvelando algunos de los secretos de
esta obra que, una vez más, no son magia, aunque a veces la ciencia parezca
magia.
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