Lector, tú lo sabes bien: las palabras arden siempre.
Arden en la boca, y sobre todo cuando son apasionadas.
Y arden en la piel cuando son vaporosas.
Y arden en el vientre cuando son entrañables.
Y arden en la cabeza cuando son odiosas.
Y arden en la lengua cuando son embaucadoras.
Y arden en los tímpanos cuando son penetrantes.
Y arden en los ojos son luminosas.
Y arden en las manos cuando son trágicas.
Y finalmente arden en el papel cuando alguien decide hacer hogueras de libros, y por lo mismo hogueras de palabras.
JESÚS FERRERO
Prólogo de LA TIENDA DE PALABRAS, JESÚS MARCHAMALO.
Y arden en el vientre cuando son entrañables.
Y arden en la cabeza cuando son odiosas.
Y arden en la lengua cuando son embaucadoras.
Y arden en los tímpanos cuando son penetrantes.
Y arden en los ojos son luminosas.
Y arden en las manos cuando son trágicas.
Y finalmente arden en el papel cuando alguien decide hacer hogueras de libros, y por lo mismo hogueras de palabras.
JESÚS FERRERO
Prólogo de LA TIENDA DE PALABRAS, JESÚS MARCHAMALO.
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